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LANA

"Siempre que hago algo parece tan correcto... y resulta tan equivocado." – Lana Turner

 Las gafas de sol Jacques Marie Mage Lana  llevan el nombre de la famosa actriz Lana Turner,  es una montura en forma de lágrima inspirada en los años 40 con varillas gruesas y una montura de lente fina, que proporciona la sensación única y encantadora de flotar.

 

“¿Te gustaría estar en las películas?”. Eso fue lo que un extraño le preguntó a una chica de 15 años que estaba sorbiendo una Coca Cola en una cafetería cercana a su escuela en Hollywood. “No sé. Tengo que preguntarle a mi mamá”, respondió ella ingenuamente.

Según lo recordó más tarde Lana Turner, así comenzó su carrera.

 

Turner (1921-1995) compite seriamente por el título de ser la primera celebridad de la era moderna del cine; su vida privada fue igual de turbulenta y pintoresca que las tramas de sus más escandalosos melodramas en pantalla grande. Mucho antes del frenesí de los tabloides por personajes como Angelina Jolie o Lindsay Lohan, Turner estaba obsesionada con los columnistas de chismes tanto como con los críticos de cine, que a menudo se burlaban de ella.

Como su cercana contemporánea Marylin Monroe, Turner fue la creación de un abusivo sistema de estudios de Hollywood, que se preocupó muy poco por su bienestar personal. También tuvo que cambiar su nombre (de Julia “Judy” a Lana) y teñirse de rubio. Marylin (objetivo de una nueva biopic de Netflix,Blonde, donde es interpretada por Ana de Armas) murió a causa de una sobredosis de drogas con solo 36 años, y con un largo historial de explotación por parte de Hollywood y de los hombres. Turner, en cambio, fue una sobreviviente que utilizó los reveses de su vida personal y profesional a su favor, y sostuvo una carrera de cincuenta años.

Desde el punto ventajoso que da el presente, la historia sobre su “descubrimiento” se siente un poco siniestra. El extraño que se le acercó en esa cafetería de Hollywood era Billy Wilkerson, hombre de negocios propietario de un club nocturno y fundador del periódico especializado The Hollywood Reporter. Wilkerson le dejó su tarjeta. Un amigo de la familia le dijo a la madre de Turner que le había parecido “legal”. Ella lo llamó y asistió a un encuentro. Wilkerson emparejó a Turner con el agente Zeppo Marx (hermano de Groucho, Chico y Harpo), y un mes más tarde estaba bajo contrato con el director Mervyn LeRoy y coprotagonizaba su primera película, Ellos no olvidarán (1937). Turner quizás nunca había actuado antes, pero la ex porrista poseía lo que LeRoy definió como “impacto carnal”. La hizo ponerse un suéter ajustado y  la presentó al público como “la promesa sexual, el objeto de deseo”. Hay que decir que en el film su personaje, una voluptuosa joven estudiante en un estado sureño racista, era asesinada a los pocos minutos de estar en pantalla.

 

En el reciente Festival de Locarno pudo volver a verse una de las películas más exitosas de Turner, Imitación de la vida (1959). La película se exhibió en la Piazza Grande como parte de un tributo a su director, Douglas Sirk. Y aún así, nadie ha tenido nunca la más mínima duda de que Imitación de la vida es una película de Lana Turner. Empezó a filmarla en el verano de 1958, a los 37 años, solo unos meses después del mayor escándalo en una carrera tachonada de ellos. En la Pascua, el 4 de abril de 1958, su hija de 14 años Cheryl apuñaló al amante de Turner, Johnny Stompanato, gangster a tiempo parcial y ex guardaespaldas del jefe mafioso Mickey Cohen.

El asesinato tuvo lugar en el dormitorio de la casa de Turner en Beverly Hills. Cheryl estaba protegiendo a su madre; la muerte de Stompanato fue declarada como un homicidio justificado. De cualquier manera, fue el período más negro en la vida de Turner. El apuñalamiento tuvo lugar mucho antes del adevnimiento de las redes sociales y los sitios de chimentos de celebridades como TMZ, pero fue cubierto de manera exhaustiva en periódicos de todo el mundo. Fue un momento en el que Turner y su hija, como escribió la misma Turner, se volvieron “notorias, objeto de chistes enfermos, viles rumores y maliciosas especulaciones.

 

Las memorias publicadas por Turner en 1982, Lana: The Lady, The Legend, The Truth (“Lana: La dama, la leyenda, la verdad”), golpean por la manera enérgica y directa con la que lidia con asuntos como su inesperado ascenso al estrellato y las calamidades que le cayeron: los intentos de suicidio, abortos espontáneos y realizados, relaciones rotas y, por supuesto, el escándalo Stompanato.

Cuando Turner era una niña, su padre fue asesinado por matones luego de ganar una suma sustancial en las apuestas. Planeaba utilizar el dinero, que había escondido en una media, para comprarle una bicicleta a su hija. La futura estrella venía de un humilde entorno en Idaho pero tenía gustos extravagantes. Cuando empezó a ganar dinero, gastó buena parte en zapatos. “Una vez los conté, tenía 698 pares“, recordó.

 

Además de calzado, Turner coleccionó maridos. Tuvo un record desastroso con los hombres, casándose siete veces. “Hay algo ridículo en una mujer que toma siete esposos, como si hubiera rebuscado en los cajones de la masculinidad y hubiera salido con siete enanos”, pontificó el escritor John Updike en Legendary Lana, un ensayo publicado en 1996 por The New Yorker. Turner se sintió inclinada a coincidir. “Esperaba tener un marido y siete bebés. En vez de eso tuve siete maridos y un solo bebé que vivió”, escribió en su autobiografía. Casi todos esos maridos la trataron con desprecio y la engañaron. La mayoría de ellos, según reveló con esa usual franqueza que desarmaba, eran pésimos amantes.

Si sus esposos la trataron mal, también lo hicieron los críticos. La mayoría eran abiertamente sexistas en su manera de despreciar a Turner. En su Diccionario Biográfico del Cine, David Thomson escribió que tenía una “carnalidad lenta, inanimada”, y la comparó con “una camarera de pueblo pequeño, lista para ser levantada por un vendedor ambulante de cepillos de dientes”. En su libro The Great Movie Stars, el crítico de cine David Shipman escribió que “aún sus admiradores deben admitir que ella no podía actuar ni para salir de una bolsa de papel.

 

Esos periodistas vieron sus performances a través del prisma de su vida privada. Turner fue el equivalente de Hollywood a figuras modernas como Britney Spears y Jennifer Lopez. Era ordinaria, mal hablada, no se la podía tomar en serio. Los críticos escribieron más sobre lo que Shipman llamó “excelentes contornos” de Turner que sobre sus capacidades actorales. Mientras tanto, los columnistas de chimentos “se hicieron un festín” -según escribió ella- con su vida privada.

John Updike, que admiraba a Turner, respondió con una serie de veladas ironías en su ensayo, diciendo que había al menos dos grupos a los que en realidad les gustaba Lana: “La gente que hacía películas, y la gente que iba a verlas”. Por eso es que estuvo entre las estrellas mejores pagadas en Hollywood durante un largo período de tiempo.

 

Cuando Melvyn LeRoy dejó Warner Bros. para irse a MGM, se llevó a Turner con él. Con 17 años, fue puesta bajo contrato, y coprotagonizó con Judy Garland Andy Hardy se enamora (1938) y Las follies de Ziegfeld (1941). En esta última es una ascensorista de clase trabajadora en Flatbush, Brooklyn, que se convierte en un gran estrella de Broadway, se vuelca al alcohol y termina destruyendo su propia celebridad. La trama parecía una especie de advertencia a la joven Turner de lo que podía pasar si se alejaba demasiado de sus raíces trabajadoras.

El relato que hace Turner de sus tiempos en la MGM es revelador. El estudio era despiadado. Escribe sobre el abuso de jóvenes coristas y bailarinas con períodos de prubea de 6 meses, que “se pasaban de mano en mano por las oficinas ejecutivas” pero a las que nunca se les daban personajes relevantes. Como protegida de LeRoy, ella era tratada con más respeto. El estudio cuidaba a sus grandes nombres y ella formaba parte de la elite. De todas maneras, el trabajo era agotador y los directores podían ser brutales. Cuando una vez detuvo la filmación de la versión de Dr. Jekyll y Mr. Hyde de 1941 porque no podía llorar en el momento indicado, el director Victor Fleming se puso tan impaciente que le retorció brutalmente el brazo a la espalda “hasta que las lágrimas corrieron por mi cara”.

 

Aún más perturbadora es su explicación de por qué usaba guantes tan largos cuando estaba filmando su musical de 1952 La viuda alegre. “La filmación empezó solo unos días después de mi intento de suicidio, y mis muñecas tajeadas estuvieron vendadas casi todo el rodaje”, explica con su estilo de pies sobre la tierra, como si fuera solo una ocurrencia más en los sets de filmación da la época.

Turner podía interpretar tanto ese tipo de chica porrista bien estadounidense como personajes más oscuros, como su maquiavélica, adúltera esposa de la versión de 1946 de El cartero llama dos veces: una Lady Macbeth de la Depresión. Y cuando parecía estar hundiéndose, la estrella tenía la capacidad de volver a emerger. A mediados de los años cincuenta, MGM dejó caer su contrato. Empezaba a verse como un anacronismo, una figura de otra era. La era dorada de los estudios había terminado; la televisión se estaba robando al público de las salas de cine, Fue en ese punto en el que ella interpretó a la aparentemente respetable madre con un pasado oscuro en la adaptación a la pantalla grande de La caldera del diablo (1957). Fue nominada a un Oscar. La película estaba aún en las salas en el momento del asesinato de Stompanato, y las ventas de entradas se dispararon. Como resultado del escándalo, su popularidad creció más que disminuir.

 

La siguiente decisión de Turner fue extremadamente valiente, cuando tomó el papel de una luchadora e intensa actriz de Broadway, Lora Meredith, en la adaptación de Imitación de la vida. De manera inevitable, la prensa y el público vieron un elemento autobiográfico en el retrato de la actriz y su hija adolescente. Más que evitar las comparaciones, Turner las asumió de frente, habilitando un día abierto a los medios al comienzo de la filmación.

Lora tampoco es una figura simpática. Pone su carrera antes que la felicidad de su hija. Es extrañamente insensible al racismo que sufre de manera cotidiana su amiga negra, la casera Annie (Juanita Moore); tampoco percibe la manera indulgente en que ella misma la trata. Su amiga siempre está contestando sus llamados telefónicos y haciendo las tareas domésticas, mientra Lora está ocupada subiendo su escalera en Broadway. Está tan envuelta en sus ambiciones que es ciega a las luchas de la hija de Annie, Sarah Jane (Susan Kohner), quien trata de pasar por blanca para poder acceder a los privilegios que Lora y su familia dan por sentados.

 

Turner entrega una performance compleja y reveladora, muy diferente a sus anteriores personajes de adolescentes en suéter ajustado. Aquí interpreta a una mujer madura y directa, con un golpe de egoísmo. Y se la veía tan glamorosa como siempre, además. Tras años en Hollywood, Turner entendía la iluminación y el diseño de producción tan bien como cualquier miembro del equipo. En sus memorias escribe sobre haber trabajado junto a Sean Conneryen su película de 1958 Víctima de sus deseos. Fue una de las primeras películas de Connery. “El perdía a menudo las marcas o se olvidaba de sus claves de luz”, pero ella “alivió” las cosas a su favor.

Turner, entonces, era dura y pragmática. Si aun anduviera por aquí en estos tiempos, las redes sociales y los sitios de chimentos habrían adorado su resiliencia. “Mi vida ha sido una serie de emergencias”, acostumbraba decir. Pero ninguna pudo detenerla.

La montura 

Edición limitada de 300 piezas

Montura de acetato de 9 mm doble laminado

Varillas de acetato laminado doble personalizadas

Pasador delantero de oro  en forma de flecha

Núcleo de alambre en chapado en oro con grabado personalizado

Bisagra  personalizada de 7 barriles asegurada por tensión

Logotipo 3D de plata de ley.

Lentes CR39 de base 2 con tratamiento antirreflejante en la cara interior.

 

Fabricadas a mano en Japón

 

DIMENSIONES

48-19-145 mm

 Más de 100 manos tocan cada montura antes de su llegada a la sede de JMM en Los Ángeles. Un proceso de 300 pasos garantiza la excelencia artística y técnica. Diseñados con el más alto nivel de destreza de fabricación y probados con los estándares de tolerancia más estrictos. Los productos de Jacques Marie Mage están diseñados para durar toda la vida.